Me muevo
dentro de unos ojos atigrados
que viven, marcando
su tono, su causa,
su juego retórico, sin palabras…
Mi cuerpo detona su desespero
en la torsión de las aguas,
al reagrupar el entusiasmo,
alimentando el ansia de tu lengua
que dejas crecer, infinitiva,
como un oasis de imprudencia,
fundiéndola al recado
que dejo prendido a tu aliento…
Siento que me muerde,
cuando me alude,
tu glándula nuclear,
dejando de lado la superficie,
porque llevas dentro
la agitación de cada palabra,
que me contagia su reverberación más sublime…
Te confundes con la aurora
y me gusta perderme en la secuencia
que mece la sombra
entre dunas que palpan lo intangible,
mientras se desarrolla la sinopsis del brillo,
como un óleo sinfónico…
Los signos entrelazan horizontes,
cuyo significado crea un dialogo de ensueño,
mientras sonríes y eludo la mesura
y ardo en la implicación estival,
esmaltando el silencio…
Floto en la animosidad de impacto
del verso predictivo que actúa
fuera del resto de la realidad,
asumiendo el entredicho
entre labio y garganta,
concilio de fuego y cráter,
eclipse de tu alma y mi alma…
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