Irreverencia IV

Endurecido el tramo a tu encuentro,
sabes agitar el mundo;
remover cada átomo,
incorregible
y, al tambaleo,
arrancar de su núcleo
el deseo de concupiscencia
que me quita de la piel
para acercarme a tu destreza intelectual
de cántaro y burbuja
que sabe asirse de mi lengua
y bullir,
como fiel huésped
en disputa de su reino…

Desconciertas
hasta la perplejidad;
prendes y apagas la justicia de conocimiento
y la tormenta se torna
una guirnalda resplandeciente,
sinapsis,
deslumbrando la escena última de mis sábanas,
cuando se rompe entre tus dedos la noche
y la salpicadura de cristal
se vuelve la incidencia del roce
que entraña ese coqueteo innato
y su inducción a perpetrar
con luz sinfónica,
demencial,
mi terciopelo escarlata
que ahorca terriblemente el silencio;
con tornasol e iridiscencia,
latiendo,
mientras te mueve el desahogo del desfiladero
y clavo en ti mi penitencia…