Te deshaces del tiempo
y te resuena, en la lengua,
su clamor sangrante,
mientras se va estrechando
el adverbio de lugar
para encontrarnos,
compartidos,
en todas partes…
Este vórtice encantado
que taladra la sien,
parece ser concebido
para ahuecar el cauce
y rodar por la dimensión interestelar
que me nutre de tu poesía…
Merecedor de mis casillas,
desmantelas la razón;
perseveras
hasta dar por advertida
a cada argumentación en contra,
trayendo tus formas resplandecientes
al espacio donde peligra lo cierto,
apartándome del espejismo,
indiscreto,
socorriendo el ánimo de pertenecerte…
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