Fragores de la Tierra III

Es tu garganta prenda generosa,
que se desnuda, a golpe de suelo;
su canto milenario arrulla
la metamorfosis del ciclo que no muere;
restaura el equilibrio
y cuenta de su misterio,
al distinguir la oblación en lengua pétrea…

Fuente y relicario de la historia;
exhortación excelsa
del legado mineral que nos transfiere;
vientre sin límite;
desembocadura y ascenso…

Transiges con el universo
la inmortalidad que llevamos a cuestas
y ante la imperiosa fugacidad
que nos atraviesa,
nos enseñas lo imperceptible
de sus raíces eternas…

Llanto Arbóreo

Envuelve la brisa el rito migratorio
que promulga la desnudez,
como instante de gracia…

Un duelo de pétalos suicidas
que, entre vuelos rojos y amarillos,
inunda la estación del alma,
emancipando consigo
toda luz que aguarda expectante
su retorno al inicio…

El paso de los ángeles se hace testigo
del instante que formula la ataraxia
y anticipa la redención…

La dulce inmolación acentúa
la legitimidad del acierto
y preludia el renuevo;
la piedad, en condición de abrigo,
conspira ante lo eterno
y su imperecedero ciclo…

Magia Indómita

Se pasea tu luz,
como soplo ondulante,
trenzándose a mis fibras
con su trama de encanto…

Se esparce,
con airado desacato
por las escenas que me tocan
y arropa el candor de mi silencio…

Me libera,
cuando extrae de los fondos cristalinos tu reflejo
y un coro de fluorescencias
espejea el aire,
mientras la cautela imperiosa de asentir la urgencia
y su empírico alarde,
roza mis suspiros para quedarse,
envolviendo mi lengua…

Obstinada rienda
que me hace cruzar la sombra
y me acomoda el infinito en la piel
en meritorio trance…

Qué son tus ojos sino alquimia;
agua de estrellas,
cuyo lapso atemporal de sincronía
me atrapa y no me suelta…