Sonríes
al tacto de mi energía
y burbujea el silencio
en tus cuartos luminiscentes;
se llenan de poemas mis dedos
y sobrevuelo tus cristales
con la amenaza viva
de empañarlos
con ellos,
con interminable afán…
Qué le has hecho a mi alma
que sólo puede
dejarse admirar por la tuya;
saberse de ti,
en oleadas inefables,
sentir lo precioso de tu verbo,
cuando recibo su magia
sin traspapelar lo impronunciable...
El sol pende del otro extremo
y su catalogo de luz
aconseja, a mi piel,
sobreestimular su desnudez
con los filos axiales de tu lengua…
Me raya tu aguda visión;
cada nueva línea asesina
que supera la anterior
y, adicional,
te avientas en las preliminares
que nos hacen olvidar
el mundo que conocemos…
Te quedas
en el corazón de mi asombro
que me desafía a conquistar
lo que no se entiende,
para desaparecer,
sosteniendo la pausa universal
fructífera,
afanosa,
superada sólo por lo que te refiere…
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