que te proclaman,
austera de mí,
con un punto de perseverancia
que converge con el brillo hambriento
de esa soledad que te acapara,
puedo distinguir
la entrañable melancolía del silencio
y sus ánimas,
saliendo de tu lengua…
Con cuánta frecuencia
atrae la sombra, el residuo;
la forma precaria del alma,
como el presidio perpetuo,
terciando el aire…
Ay este instante,
excavador de los presentes
que cayeron en batalla,
cuyas fuentes anónimas
en una nueva hilera de adioses,
generan un goteo fuera del tejado…
Se impone y recibo el relevo
y te caes conmigo,
dolor,
cicatriz,
reparo
para, sobreviviente,
regresar del olvido…
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