Me sugieres el amplio repertorio de la noche
que retumba en mi piel
con su risco sonoro y su papel de luz…
La canción se me antoja rotativa,
creciente
y me das la bienvenida a tus dominios;
el metálico candor
viene encontrándose con mi agrado;
tu aguzado acento,
interviene cada ámbito,
hasta la lucidez de mi sueño;
orgánica manivela
que esparce firmes espectáculos de colores
y, ergonométrica, me acomoda
sobre un presente,
lleno de ti…
La magia que nos arrima,
pulsa la vuelta al escribir,
surcando un clima de cometas
improvisados…
Absuelta,
se mueve mi alma en tu silencio,
como un pez distraído;
como el asombro en los ojos de un niño;
colmado de fértiles remisiones…
En un esfuerzo
por transformar lo evidente
y propinar un abuso de estupefacciones,
me vuelvo perspicaz,
porque aunque superas lo inconcebible,
mis antenas no acaban de ponderar
este deleite,
dejándose saturar…
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