Pones en mi lengua
la paleidolia de la lluvia,
irrumpiendo el escenario mental,
como un ritual que satura los sentidos
y te descubre,
derramándote en mí,
como un líquido sueño…
Furtiva y noctámbula,
me baño de vida, contigo,
mientras la mano abierta del universo
y su insondable alcance,
disloca las sombras
y se nos resbalan, al roce,
los cuerpos en trance,
embelesados, frente a frente,
unidos, luego, en un punto ciego,
sin resignarse a la caída…
Un culto de luz y agua,
atrapando la sublime devoción de verme ungida;
envenenada de la virtud de tus dedos
que, como nidos de fuego,
me contienen derretida…
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