Deja que muerdan tu silencio,
las finísimas texturas de mi alma;
que me propague por dentro
y sientas
que, en ti, me estiro,
como secuencia exquisita…
Bebe de este filamento;
moja tu lengua
con esta carga de energía que fluye,
encendiéndolo todo;
saliéndose por tus ojos
como una palabra nueva…
Que veas
venir el agua de la noche,
a borbotones
y sepas que soy tu droga y veneno,
dulce estrago…
Estoy cierta
que al enseñarme, me has aprendido;
que soy la inminencia de un poema,
porque sigues la coreografía de mis labios,
reproduciéndose,
como una pista suicida…
Sé que me he vuelto tu limbo;
el paso, en su torsión esencial;
la vertiente de lo desconocido…
Lo confiesa el eco análogo
que reporta tu propio recoveco
al escribirlo;
la enseña que tira de tus hilos
y se alza en la brisa, natural,
luego de haberme ingerido…
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