Tras el soplido trepidante,
te pido y te me cumples,
infalible;
me dejas tu regusto en la lengua
que llega, como un nuevo bochorno
en su era de carne…
Vas haciendo que se desnuden,
desesperadamente,
las maneras con las que sublimas
el tacto de mis curvas,
como prueba fehaciente
de que la luz de estocada
y su peligro disperso,
es la narración de los átomos
en su carrera espacial a tu sonrisa,
porque sostienes, constante, entre tus labios
la enorme cuadratura de la noche;
la expectación,
el deslumbre
y su consecuencia…
El fulgor flotante en el reflejo
que expone tu saliva,
dragón de agua,
riega el cortejo que, con locura,
no va fallar en mi contra;
permisión de perdurarte,
poderoso,
en tus alturas…
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