Me enseñas cómo luzco,
cuando los campos de tu luz andariega,
toman posesión de mi alma,
otorgándole poder,
a saber,
su deliciosa siembra
que moja, con gusto, mi posición de ataque,
probando mi lado poético;
cómo hacen fila
las haciendas azules del hipocampo
para verse vibrando en mil colores,
como lo que sacude mi pecho
y me hace exclamar
que te llevo en las venas…
Me recorres,
tal alto y tan hondo,
geométricamente
y, sin ahorrar energía,
me despiertas,
incesante,
en la distancia del tiempo…
Tan cerca,
consagro el modo
de resbalar tu constante,
como un patrón cimático
agitándose,
ondeándose;
experimentando la sincronía simétrica
que construye el estado elevado
que congratula a las masas;
misterio, desafiando la magia más pura;
siempre, en mi lengua, forjándose…
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