Tocar,
tocar,
tocar;
introducirse en todas las pieles
con los ojos,
con la voz,
con las manos;
abrirse
a la sedosidad reluciente y fibrosa;
a la insistencia de adherirse
a la pureza del movimiento;
al sabor que colorea un silencio
al son del talento permeado…
Al prodigio de extinguirse
al tacto irremediable del universo,
agarrada, cada día,
al preámbulo de avanzada;
a la trama que enfila las hebras
de cada uno,
trenzando naturalezas
distintas:
arropándolas con la elocuencia
que diseña lo extraordinario…
Conectar los rumbos
de principio a fin,
marcando los instantes
que van girando en el azul redondo,
sobre el eje de unos rieles
que no veo…
Y es que no hay nada que impida
este modo de ir,
directamente,
al detrimento…
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