Me habla tu noche;
me escoge para sí,
mientras esculpe el firmamento,
su silencio redondo y constelado;
no para de asirse a mi lengua,
dejándome entrar en su jardín de astros
para que te cante…
Te iluminas en tu afán de procederme;
el flash de tu alma me captura;
circula mi sangre
y sangro tu esplendor florido…
Escudriñas el instante
cuando me derrito, completamente
y me absorbes,
creando burbujas alcalinas,
cuyo perfume incita las estelas dramáticas
del paladar,
emancipando las consecuencias
que configuran la moraleja esencial…
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