Tu noche se disuelve en mi boca;
le siembras trayectorias
que me llevan directo
a tus brazos;
palpas, profundo, mi silabario;
despiertas la emoción
y el parteluz de mi mente
narra
saturada y sobrenatural
esta visión de tu universo…
Me sabes perpetrar;
aventar a lo desconocido;
embriagar de tus desvelos solemnes,
habituándome a transmutar en tu lengua;
a perdurar en la arquitectura del silencio…
Me apeteces siempre,
porque te presentas como almíbar,
meciéndote en los espacios
que paladeo con intensidad;
soltando carnadas eléctricas…
Vibra, deliciosa, esta coreografía,
seducida por tu tacto de estrella…
Me das probar lo inseparable;
las danzas ambientales
que desnudan la vida;
lo cíclico
y su minuciosa perspectiva…
Sanas el mensaje inmarcesible de mi carne;
las sílabas sanguíneas,
como rubíes vegetales en los paños del tiempo,
se hacen receptores de mi sombra;
chispero de mis impulsos,
cuyos tejados de cristal
conectan la expectación del equilibrio;
monosílabo que me asegura tu presencia
con su movimiento curvilíneo…
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