Apenas pulsas el equilibrio,
irradias el curso de un dilema
de luces inquebrantables;
un envite que me reta;
némesis
que me pide sostenerle un breve instante…
Estragos, causando torbellinos,
manando de la tierra,
como un sustractivo embeleso;
temblor que me anega, toda;
que me toca, libre, la lengua
con sus rayos cristalinos…
Poderme desplegar en el sitio
en el que nos mezclamos,
me vuelve mensajera del silencio;
sostenedora de la proeza airosa
de desaprender
y, ebrios,
compilar las rectas para ondular
el cortocircuito
que desata, lo incontenible del eterno renacer…
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