me pides desatar la caída
y deliro ante el monumento de nubes
que suaviza la impresión constante
de tu genealogía,
ingeniero de mis placeres,
me dejas fluir a través de tu tacto,
aceleradamente,
y estoy contenta de tenerte,
porque no paras de darme de ti;
ilustrar lo incorruptible;
hacerme concebir las consonancias
de la maquinaria cósmica;
existir en cada forma de vida…
Insaciable se torna mi saliva,
paladeando la palabra amplificada…
Complementarios nos adoptan las almas;
permeables a lo que no se da,
sino al filo del silencio;
conformar la sospecha de perdernos
al encontrar la luz machacando cualquier otra idea
y, frente a sus campos de aleación,
transmutar en su realidad eterna…
Leo los planetas de tus dedos
con mi piel infinita
y, sistemáticas, las trayectorias
permutan sus sentidos
y su concilio nos decreta su soberanía…
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