El mar me mira
convulso,
insoportable;
me facilita sus prolongaciones,
tubulares espejismos
que desplazan mis sueños hasta tu boca
y te me estrellas en el pecho
poderoso;
son tus ojos
máculas de agua
que me absorben la orilla calamitosa…
Le arranco un pedazo al infinito
para saborearlo
y durante este bocado,
alucinógeno crucial,
me fulminas;
el ras de la vida
me mueve hasta tu lengua,
cremosa
y reverbero;
aglutinas el plateado mineral
y, nutrida de tu sensualidad,
puedo percibir
que me vas probando;
te vas apropiando de mis embrujos,
alquímica mordedura…
Las palabras se vuelven desliz,
cubriendo tu cuerpo;
alevosa incidencia;
locura…
La luz se me sale por los poros
y voy tocándolo todo, con euforia;
manchándolo de amor,
como una tormenta sensorial
que procura la dosis exacta de silencio;
elongación que explora
todos los extremos
y, aún musitada la pátina de sal,
no sobran las formas sutiles;
escarcha derritiéndose;
fundiéndome a tu piel de mar…
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