No termino de acomodarme
en tu lengua;
en la cresta de sus llamas,
y ya estás mordiéndome
con prominencia mortífera,
potenciando una persuasión
que te reclama…
Percibo el magnetismo
de una armonía sinusoidal
que se clava, perpleja,
en el timbre que nos compone
una ráfaga de detonantes cromáticas,
hundiendo sus escalas
en el precipicio de la existencia…
El corte inmaculado
devora cada pequeña pieza de mortalidad,
hasta que crece la hemorragia
que descubre lo efusivo,
miríada fluvial,
reflejo y resplandor
que me arrebata
con sus escamas de fuego,
haciendo notorio su centro masivo,
como plenitud en cadena…
Perlada y esbelta,
blanda y vibrante,
percibe mi arena tu embestida,
hasta que la sonrisa se me queda pequeña
frente a tu oceánica supremacía…
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