Te adivino
en la respuesta de la noche
y ese toque tan peculiar
de contradecir la lógica,
sin acobardarse;
tu lengua y su esfera pentagonal
itinerante,
me nombra
y resuenas en todo lo que soy…
El discurso de tu corazón
son palabras para el bronce;
un friso para esa escala plateada,
por donde se encarama
mi esencia;
la escultura musical para tus engarces de luz
que afloran,
como una notación
y se alzan sobre la materia,
mientras persisto en la fuga milagrosa
sobre los ojos de un cometa…
En tu garganta y tímpano
siembro,
con incisivo enterramiento,
este ánimo de aspirar desenvolver
el vértigo sonoro
y empalmarte un extracto de mi cosmos
para que palmo a palmo
tantees el acantilado;
un palmo de lo que soy
mientras suena, alcalino, el arrobo…
Escarbo la actitud de las frases
que aterrizan, sin advertencia,
para disolverse en tus labios…
Eres
factor de cambio;
aditivo en la ecuación secreta
que le da asco de la razón;
mi más preciado tesoro;
mi total fascinación…
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