Tanteo el silencio
al traspasar tus ojos
que, impíos, me acorralan,
cuando volteas a mirarme;
son furia maestra,
sustituyendo lo limítrofe;
girasoles de plata
con su descomunal tendencia
a perseguirme…
Y se me enreda en la lengua
un clamor relampagueante;
dejas que ocurra,
del todo,
la turbulencia
que gotea y me quema
con el único objetivo de atraparme…
Entonces la mediación de tu carne
sólo anula mi fuga;
favorece la rendición de lo típico
y me rindo…
La noche se halla
acumulada en tus iris;
son el hito pineal
donde se abren, de par en par,
los papiros de mi esencia…
Te sabes potencia que me eleva
por sobre todo
y pondera el título arrobado de un secreto,
tejiéndose alfanumérico,
mientras me haces palpar el ansia
que te posee,
acoplándolo al sitio de los pájaros
que sigue abierto en mi garganta…
Penetras la sonrisa
entre fanáticos parpadeos
que te traen de vuelta
a mi propio universo de palabras…
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