De reojo se tocan las palabras;
se aluden,
se trenzan y emboscan;
la intromisión del agrado
propulsa el enrosque
y su concatenación discrepa con el silencio;
propensa la caída;
deriva la separación de las carnes,
cuando te digo me encantas
y un horizonte rojo me alcanza y gobierna
y puedo canalizar por mi saliva,
las fogatas dispersas del firmamento…
Lo llamativo de tu lengua
sobresale
y es que, apenas al roce,
descuelgas la chispa
que me inunda de suspiros…
Con tus llamaradas de tinta,
la derrota paulatina de la distancia,
otorga el permiso temporal,
decadente,
de cumplir tu alto voltaje,
queriéndome petrificar con sus luces provocadoras…
En tus manos el fuego caligrafía mi sombra;
la ondula y balancea,
y la fogata se extiende,
crepitante
y contaminamos la escena,
rodando una ruta sin credenciales…
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