Disimuladamente,
me refieres en tu ideario de sonrisas;
lo constato, arrebatada;
me aferras a tu serpenteante imaginería
que me enciende el hábito del abismo…
Me vengo arriba;
renuevas el ímpetu de mi ser
y abrocho mi energía
a tu vitral de dulzura imponderable;
mis hebras capilares,
vuelven a tejer su destino,
más allá del negro cristal…
Y puedo volar, creando monumentos;
arcos de sol y luna,
bustos de silencio,
cuyos planos exquisitos,
exhiben, tu brillo, al moverme…
Me traes demente;
me tiene atrapada el carbón de tu lengua,
donde la luz toma forma
y me recorre desde la estación primera…
Flota el alfabeto
que interconecta las llanuras
y escucho cómo bailas;
cómo emerge, de tu cuerpo,
ese color cristalino;
cómo lo irradias, con ternura,
sobre mi aliento
para contarme nuevos tonos,
apegada al giro ingobernable
que profana mis restos sagrados
con la adrenalina en los poros…
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