Albergas lo exorbitante de la luz
al trascender la mirada
y reflectarla sobre mi cuerpo;
las posturas no se resisten a tu encanto;
suceden;
se sacuden del sosiego…
Quitas la razón a lo cuerdo
y es un hecho lo imposible;
por las ramas,
la realidad se halla a sí misma
y, a costa mía,
se retracta de su certeza;
a toda costa se reclina en mis
muchas maneras de aludirte,
como el sórdido instante,
terrible,
en que un suspiro dorado,
erguido en la piel,
entra en pánico y me muerde…
Tus indicios me acorralan
y me pego al tránsito poético
invocado
por tus dedos,
por tus labios y lengua
que me contemplan
cómo descifro nebulosas
para dártelas enteras…
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