Sueltas tu magia
y la miro,
actuando por dentro;
se articula, como un halo de diamante,
desahogando el escalofrío
tras el despojo del letargo…
Se siente,
como tinta electrizante
en el alboroto del silencio,
porque penetras mi santuario
y te extiendes;
quitas, de tu piel, la sombra
y, en aras, de la mía,
me vuelves sacrificio,
desbordando los ojos de exotismo
al escrutar tu instinto nómada…
Tengo la sensación de fundirme
a tu fibra irisada,
como un mantra que explora
la fuerza del catalejo…
Me dejas leer tus paisajes de agua,
llenándome del poder infinito de tus iris
y, cuando lo consideras correcto,
respondes al instante en que me abarcas,
conveniente mímesis
que licúo en tus papilas
para hacerte entender
que me desbaratas,
como un bocado de almíbar,
con la flama que golpea el aire
y lo aniquila…
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