Inexplicablemente,
posibilitas adicionar lo necesario
para indagarme
y me gusta quedarme,
mirando como equilibras la suerte,
trastocando cada sensación;
un rato, entre las sombras,
junto al halo ardiente
con la que las devora
la contorsión salvaje de tu identidad,
porque encaramas, en el aire,
su energía,
perfumándolo todo con un sicodélico gas…
Empapadas siluetas de oro
van entrenándose en la disciplina de reconocer
la complexión poblada de travesuras
y es que rasgar
y que salga vino de tu saliva
me procura
un intercambio sensorial
que nos hace brindar por estar juntos…
El arte de seguir latiendo,
tras la caída,
es un insulto a lo sensato;
repetir el plato,
soslayando el tejido cósmico
para traspasar sus líneas y ángulos,
como la incógnita determinante,
deja al descubierto
la redada de latitudes
que nos hace perdernos
en el punto
en que descubrimos lo que somos…
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