Me colocas en la lengua
tus letras de oro;
me haces crisol de tu logro
y, de inmediato, las derrito
para saber la pulpa
con la que te cercioras
complacer todos mis caprichos…
Tu parafernalia es
única;
el delirio necesario
para ir,
silenciando la sensatez
y caer en el abismo de los sueños…
Me figuro reinar tu mundo,
como una travesura del universo
y, entre el mío y el tuyo,
destinarlos a ser
contienda en un solo territorio…
Empalagoso,
me sabe tu asedio;
vigorosa, tu conquista;
me repito tus atributos,
encarnando el atrevimiento
ante la plenitud del barrido crepuscular
que sonroja las cornisas…
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