Suelo, de ti,
percibirme conectada al resto;
comprenderme enterada
por lo que me rodea;
sentir la necesidad de arremeter
contra el aliento tuyo,
hasta cortarlo
y abrir tus labios con la mente,
hilando oro puro…
Traerte a mi lado
con la lengua espumosa del deseo
que se me adhiere dentro de la piel
y colmarte del impulso
con el que pronuncio ese antojo versátil
que se descarga para verte enloquecer…
Tan sólo la tenue apertura
de tu silencio;
ese paso vital,
me conduce a entretejerme
a su paño de energía…
Y yo
feliz de inspirar tu mano
y tú,
alucinando con mi placer
con el que me asumes
tan mía,
tan sumamente auspiciosa…
Tu sabor electriza mi paladar;
la errancia de los cuerpos,
nos relata, a solas,
apagando el ruido del mundo
y su crueldad,
mientras la noche
va tragándose las sombras
y, saliendo de ellas,
nos halla, curados,
en conjunto,
la aurora de una estrella…
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