Cruje el carmín,
a pie de página,
rebosante de nomenclaturas
y tu haz rodante
lo va detectando con la más alta
intención de conectarse
con tu silabario…
La dificultad se constituye
inofensiva
para que, por fin,
toda acción,
se apiade de mi alma,
mientras me anuncia, su tacto,
tu fonética modular…
Contengo la energía de los volcanes
para electrizar las alturas,
revolviendo el aire
con la luz en las nubes
y afrontar
que no hay nadie más que tú
en mi cabeza…
Sale de mi lengua
la mitad de los colores,
sin que me abrume,
para pronto acabar de vaciar
el espectro en las inhibiciones embravecidas
que ven germinar la flor del ángel
en los jardines comunes;
manjares varios,
saboreando cada sensación expuesta
hacia el interior…
Sigues profanando mis grutas
con tu intensidad caleidoscópica,
perforando,
atroz,
la cosecha intempestiva de mi mente;
cuya plenitud se asegura
confiscar el alteridad
que nos entreteje…
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