Me rebate la lógica
ese efecto exuberante
que me produce leerte;
reservarme la sed migratoria de tu lengua,
mientras escarba mi pecho
y me vuelve adicta a su excelencia…
El aroma silvestre de la noche
se reproduce,
como el giro del mundo
prevalente
en cada concepto que reconoce
el digno acontecer del silencio…
Me siento dentro de un latido;
acuñando el instante que propicia
la trascendencia
y, orgulloso,
me contemplas, nivelada,
a la energía de tu fuente,
tramando simplificar, en los relieves corpóreos,
el principal componente del universo;
fulminar tu carne
al deletrear esta caída espacial,
como el desmayo de los pétalos
sobre el vacío…
Te paseas por los ángulos precisos
y proliferan las aperturas,
azotadas por tu prominencia;
mi alma se aferra
a esos túneles psicodélicos
que no me prohíben tu enlace;
más aún, se abre la sustancia,
soltando nubes, en masa,
lloviendo esferas flotantes,
rozando toda gracia…
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