Flechada por tu lengua brillante,
místico tentáculo
que me rodea de sus dichos,
puedo percibir
que el tiempo, contigo,
es una ronda de asteroides
impulsada hacia mi carne…
Tu magia flota en el aire
y me das ganas;
propicias el ambiente,
comunicándome
la rotación de una melodía desbordante
y brinco
y me ondeo, como el agua…
Pionero en descubrir lo propio del alma,
estimulas su ensanche,
la midriasis del sueño,
porque, adicta,
siempre adicta
a tu verbo huracanado;
a esos movimientos inefables
con los que, cuando me miras,
resplandezco…
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