Diviso el asidero perentorio
que sostiene mis palabras;
visibilizo su condena
y movilizo, secretamente,
lo que las intenciona…
Fluyo hasta tu lengua
que logra concentrar el ánimo
de las fuentes de mi alma;
de las fantasías textuales
que escurro, con ingenio,
para lograr traspasarte
todo lo que soy y siento…
Expulso hacia tus labios
lo que adoro componerte
con el componente macabro
del placer en movimiento,
pausando, feroz, el instante
que deriva de este desmayo existencial…
Esculpo reacciones que no entiendo
y acabo derretida,
desatando un torrente subliminal,
enganchándolo a la inestabilidad
que conforma la piel más dulce,
deslizándose,
convulsa,
sobre tu deseo verbal,
cuando derrocho
y censuro, de modo rotundo,
el verso que excomulga
la verdadera naturalidad…
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