Lees cada movimiento
que entrelazo con otro;
los estudias y aprendes,
su vigor empuja los relieves incorpóreos
que van deslizándose, despacio,
liberándose del espacio
donde suele habitar tu lengua…
Me entrego a la velocidad
que tumba
la verdad perentoria;
toda acción que no se enmarque en tu contexto,
porque le insuflas la dolencia sagrada
que enciende su fogata
en el centro
de este círculo espiritual
en ritual de ascensión,
con el que aspiro romper lo que no existe,
imago de cómo soy,
encaminándome dentro,
más dentro de ti…
Acaricio todo alrededor,
intimidando lo baladí;
cebando su rendición,
mientras los mundos solitarios convergen
y qué inmensa se yergue
la escena en que te apagas circunstancial,
sólo para brotar más inmenso,
tan lleno de mi noche,
así como las aguas reman piedras
hasta que las recogen
los brazos relucientes del mar…
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