La brevedad del vértigo
amortigua la extensa región
que ampara el desafío
de reforzar las palabras;
tensar el abismo
y cantar,
alargando los puntos suspensivos;
disuadiendo la magia
con la que cuidas mi atmosfera…
Trepidas
y un goteo dramático y patente
adopta el lenguaje alegórico,
en la difusión que sabe de tu tacto,
tremor onírico
que sé incrustar en tu almohada…
Te aseguro que, el lírico imán,
me hace hallarte,
perdurable,
en la expansión de la mirada
y la luz se disfraza de oraciones sugerentes
y es fiebre su rocío;
el fuego en la lengua
me provoca caerle a tiros a tus ojos,
en proporción del daño,
evaporando cualquier otro contacto
que no sea el tuyo…
Procedes de lo más puro
y habito el resplandor de tu templo,
calando profundo mi garganta
que arde
bajo el efecto chocante,
alborotado,
de la piel que no elude el desgarro
y que me lleva, soldada,
al ámbito de tu desplante…
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