Algo que me ata
y me rompe;
que me mata
y me recompone,
es la percepción del pulso
de tu silencio sobre mi alma…
Y me explotan los colores en la lengua
de tanto saborear lo sacromágico
que extraigo de tu luz derramada…
El llanto de la clepsidra
se ahoga en el pozo sin fondo,
perdida la cuenta
de las horas en su descalabro;
destronando la sombra del tiempo
con las sabanas interminables
que menean las ansias,
acuñando
un cambio de pieles…
Lo que se te antoja de oro,
humedece mi oscuridad,
haciendo germinar
la melódica fragancia del loto
sobre un sueño profano
que circunvalo,
encabritando las aguas
en persecución suburbial…
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