A Cappella

Desafiando el descontrol perpetuo,
despojada de toda prisa,
mi caricia incorpórea busca
ondularse en tu cuerpo,
envolverlo en su coreografía
con su destreza innata,
estimulándote,
hasta que escojas bañar tu sueño
en las aguas rotas de su orilla…

Es tan bella
esta hiedra salvaje
que afina el sentido y lo adormece;
que tiembla y se pronuncia
a través de esta dupla mimética,
nacida entre tú y yo,
desnudando la devoción,
entre agua y aire,
sacrificándose a sí misma…

A tus pies, el secreto sublime,
crónica de la bravura,
reinicia, en canon,
el himno
definitivo,
con el que obtienes las sutiles latitudes,
donde se enciende el farol de mi alma,
para que cruce el umbral coronario
y anunciar tus tropelías,
bregando por su consagración…

Ardo en tu lengua,
ladrón de mi aliento,
devolviéndole
la más honesta intención de rebosar,
a la tesitura,
en pleno júbilo,
doblando las líneas que encarnan
un consistente fragor de lluvia…