Mi luz se hace espacio en tu cuerpo,
extendiéndose,
como senderos de agua,
abarcando el público repertorio
que horada el terreno,
hecho de trizas
y que me habla por tus ojos,
exorbitante…
Ese algo místico que tú hallaste;
su fruto de oro
nutre de tormentos mis visiones…
Son plegarias
que se dejan caer, como la tarde
sobre el lago del desespero,
mística extravagancia
que me expone el corazón
entre luna y fogata…
Me tienes impresionada;
sabes dónde enfocarte;
tu acierto, al quererme capturar,
es infalible
y las mallas de la noche me saben
prendida al convite de tu boca…
Te excedes al pronunciar mi nombre
con el neón de tu lengua versicolor
y, entre muchos despertares,
brota encantada mi voz,
como un sabio deseo en mente,
sin receso;
estímulo lisérgico,
girando en sentido del sol…
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