Describe tu gusto
lo meticuloso;
el afán goloso de someterme
a cuanto das,
lo quieras o no…
Cuando viene tu color,
arrojas, como acierto, su energía
y soy afín a la sinfonía de sus dardos,
llenándote el cuerpo de lo que creo y soy;
combino tus brebajes de luz
con mis consignas estelares
y sangran miles de palabras, sin remedio;
suscitan la turgencia de la virtud,
índole inquietante
que me permite brillar tanto como puedo,
estampada en tu respiración…
Tu fórmula secreta y su efecto
consiguen un nivel mutuo,
avanzado…
Te mueves y puedo
contemplar la cuna de un ángel,
cuando el tiempo se rompe en cristales,
y se incrusta su aguja en mi pecho,
retornando los paisajes extraviados;
tanto amor,
viajando por la imparcialidad de un silencio,
embebido de estrellas;
un mártir, cayendo lento por la líquida agonía,
mientras el río de tu esencia
me muerde los labios
y mi cuerpo se electrifica…
El verbo jadeante
es renglón, desatando la osadía
y ya eres parte de mí;
rumor naciente de luz y oscuridad
y, a la inversa;
muriendo y renaciendo,
sin parar,
en una danza infinita y eterna…
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