Llueve mi rosa su aroma de peces románticos
que nadan por el aire,
hasta cubrir tu cuerpo,
gozando la gloria de aletargar
el instante del banquete supremo…
Tus ojos resplandeciendo;
reprendiendo al tiempo
con tus líneas doradas,
me hacen ser,
sobre el filo de tu lengua,
pacto indulgente;
conjunción que alcanza la ingravidez…
Tu atmósfera poética
cambia el clima y presiente
el revuelo del espacio
por sus melodías de vapor,
al parir relámpagos;
cosecha de brillo,
tumbándose, con tanto amor,
sobre el lío en las filas de engarce…
Nada más provocador que tu encanto,
en él enciendo mis luces interiores
y floto en la dulzura beligerante
que lo sostiene…
Mi oscuridad arde,
mientras me resumen tus dedos
con ese ceremonioso atropello
que sofoca la tensión de la luz indefensa
y cincela el halago del silencio…
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