Me repongo del tropiezo,
arrastrando, conmigo,
como imprudencia,
sus desgarrados restos;
la forma de posarlos en mi lengua
te trae de vuelta
y dejas que arda mi sangre,
injustamente,
al sentirte debajo de la piel
sin caerme de tus planes…
Vuelvo a aspirar tus ojos,
mientras retorna la palabra
y se me abre un pórtico,
donde conecto el hilo dramático
que me llena la cabeza de pajaritos
con la hipótesis que no para de ejecutar
las simulaciones
que habrán de concertar
una cita contigo…
Decrece, abrupta, la expectativa,
mientras junta las pistas
para trenzar un ruedo de luz
que descubra las cenizas de cristal
en la equidistancia que compatibiliza
nuestra anterioridad…
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