Cada palabra tuya
que toca mi lengua,
es mi causa de ahogo…
Te escucho
acaparar mi silencio
y, a causa de esa sensación
que evocas, con fuerza,
me evaporo…
Eres la delicia
que oxigena mi figura,
mientras la emoción cristalina,
opuesta a la censura
y con su insuperable privilegio,
hace de mí
tu mejor opción…
Completas
la elegante ecuación
que origina la teoría que resuelve
dejarme en tu flujo
y procesar lo que desposo…
Me curo con un alarido imponente
y, por las ramas de la oscuridad,
afronto el terrible efecto,
de apartar la sobriedad
y desbloquear la perfidia,
haciéndola desfilar
por tu saliva…
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