En tu lengua descansa,
simple y llanamente,
mi martirio…
Poco antes de
sacarme de tus formas románticas
que viven moviéndose,
repletas de armonía,
me llevas a tu boca
para dictarme el veredicto…
Encauzas
estadías perdidas;
tardías despedidas,
añadiéndote a mi cuerpo;
dorando sus movimientos
con el calor de sus desfiles…
Le agradas a mi intelecto
y mi corazón se derrite,
mientras tu expresión
me llena de su verdad…
Te miro reverberar
y saboreo tus argumentos;
hundo la entraña
en la lógica que considera,
hasta los puntos muertos…
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