Me hablan
tus ojos,
de la silueta de la luz;
de la actitud acertada
para que te abra el pecho
y nazca, sin temor,
el arrojo
entre los cuerpos…
Allego, a tus labios,
la intención de embarcarlos
y sostener el tiempo
con la lengua
hasta petrificarlo,
mientras se corre el espacio
que acaparas,
tan rápidamente,
hacia donde estoy…
Tu savia me anima
a rimarte, con fuerza;
a plegarme a tu poesía
y atarme a un ferviente
diluvio de frases doradas
que atraviesen tu corazón…
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