Antes
de que se quiebre el capricho,
lo cardinal
arrecia;
deambula entre los suspensivos;
afronta la temporalidad,
cuando lo débil
se vuelve focal,
como fuente de ensoñación…
Enceguece el rincón
del que se aferra el silencio,
convirtiéndolo
en el horario exacto
y la locación
para encumbrar el infinito…
A simple vista,
muere, dócil, el momento
que acuartela la fusión
de ambas esencias,
despertando los sentidos…
Llegados a este punto,
las alas de la noche
no se oponen
a abordar mis deseos
y devastar todo a su paso,
mientras yo, presta,
me cuelgo de tu piel…
El fuerte enlace acaba,
acoplando las ganas y el éxtasis;
acicalando la cercanía
para vislumbrar,
aparte de la embriaguez,
seguido el suspiro,
cómo emerge la conclusión
que determina que,
hasta el final,
me quedo contigo…
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