Me miman
tus aguas azules
que arguyen su equinoccio
y calan mi naturaleza…
Respiro la gélida claridad
de tus ojos
y me marea constatar
que tan lejos, el sol,
sólo acorta las horas
para alargar la distancia a tu cuerpo…
No obstante,
conjugas escarcha y tempestad
y te quedas
en la osera del silencio,
abrigando mi alma
ensombrecida
para izarme, con tu pulso de nieve,
acaso al instante crucial…
Dolida mi lengua
sigue abalanzándose
sobre las crisálidas campanadas
que pugnan,
solemnes,
por un nuevo despertar…
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