Me traslado a tus retinas
que llueven y llueven
esquelas rojas y doradas,
desbordando ausencias…
Crepita, en el alma,
cada paso que mueve
el dulzor de la melancolía
hacia ninguna parte,
donde todo se queda…
Mi lengua zozobra
y acaricio ese rayo solar
que despierta todas las palabras
con la calidez
desprendida de las nubes…
Me cubre la fragilidad,
tu luz placentera,
revolcada en el ascua
que la hace temblar
y, tras la fuga demencial del ayer,
me deja protagonizar
una nueva escena…
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