Comenzar,
aliándose con la sombra;
cobijándose
bajo el lento desarrollo del alero
que va a transformarse
en el regazo al que me arrimo
para ver cómo mueves el solsticio
desde el silencio
y despertar,
soñándote,
ardiendo en una danza celestial,
tú y yo, conjugados…
Mis labios centellean,
mientras entona el sol
su canto mortal,
a todo volumen,
sobre la arena de mi piel…
Me halaga el sudor
con el que me recubres,
y desespero
al contemplar que tu lengua
se concentra
en darme de beber…
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