Tienes el don
de encabritar mis pensamientos;
de arrebatar mis sensaciones
y darme a conocer
la geometría del goce
y su sustancia…
Eres capaz de
pasar por mi cuerpo
y por mi alma,
sugerente;
repletarme de ideas, la mente
para replantearme
someterme a lo que siento,
como la brisa a la quietud…
Tú,
despampanante en la acción;
propietario de la pauta sugestiva,
cuya gestión
va pervirtiendo la atmósfera
de mi conciencia…
Te incrustas en mis poros,
hasta que,
de un momento a otro,
desconoce la realidad,
llevándome a otra,
mientras se monta,
en tu deleite,
mi lengua…
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