El rumor de la ciudad te trae,
conmigo,
como el aroma de las páginas
de un libro que leo
y me hace decidir
transcribir mi lengua en tu boca,
mientras te absorbo el silencio…
Me dices constante
y te sucedo,
porque tengo lo que buscas
y me cargan tus movimientos
con los que me aferras a los evangelios
de la magia más pura…
Te hago espacio
para que me nades por dentro;
mezo la flama de tu mirar,
eludiendo su acción delictiva
para hacer historia
al redactar lo inefable…
Me robas el aire;
la flor de la piel
cortejada por tu roce experto
que me indica,
como excepción manifiesta
de lo indomable…
Me traga tu incumbencia,
presumiendo del lirismo
con el que acabo
indefensa entre tus manos…
Me haces sentir lo que sientes,
cincelando lo más íntimo
y, sin decoro,
me hago sinergia,
magnetismo;
temible afección
que te invade todo…
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