Me hago, en tu boca,
sabrosura
que se yergue y frunce;
sustantivo sin piel;
fiebre acuosa,
equilibrándose en tu rastro de remolino
ardido de mi empuje…
Mis pliegues
entran en tus manos arduas
y son polvo de cristal
que entela la luz rugiente,
mientras
todo da vueltas,
todo se expande
sobre tu reino angular,
porque tomas del silencio
la mejor parte
y la cuelgas de mis cuerdas
provocando la excitación total…
Tu lengua es una aguja
que me inocula el placer culposo;
concentrándose
en lamer el túnel del sonido,
hiriendo mis lágrimas,
doliéndome todo,
sin abstenerse de nada…
Voy marcando tu pulso
de fiebre ceremoniosa;
de quita y pone;
atándome a su sonrisa en curso,
quemadura,
doble rasgadura,
fricción de sombras…
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