De tan impecable tu argumento,
la dicción se le adhiere,
de inmediato,
como pájaro al vuelo…
Tu lengua es
un diamante que pende
de mis acantilados;
un trago mortal
que me desprende del sano juicio,
llevándome a la perdición…
Pareciera
que lactas del infinito,
volviéndote su vitral sonoro,
cuando dejo que pase,
de frente,
a mi contemplación…
Eres fuente de luz trémula,
copulando con mi flor
hasta que arde bajo su cobijo…
Así, con mis latidos,
sabes encender su aceleración,
de menos a más,
lloviendo,
como el sol, con su brillo,
sobre la carretera astral…
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